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No cabe duda que los patrones de salud y enfermedad de la infancia y adolescencia han cambiado en las últimas décadas.

Mientras que las epidemias han ido disminuyendo considerablemente, los problemas de salud mental, los trastornos emocionales o de comportamiento han ido adquiriendo mayor importancia.

Para los psicólogos es realmente importante reconocer problemas emocionales en niños y adolescentes.

Se está generando una progresiva toma de conciencia social de las necesidades en materia de salud mental infanto-juvenil, pero aún queda mucho camino por recorrer.

Se hace necesario hablar del aumento significativo de ciertos trastornos mentales de inicio en la infancia y adolescencia que claramente se vinculan a nuestro estilo de vida actual.

Es fundamental trabajar para acercar la psicología a las personas con el objetivo de intervenir a tiempo y así reducir o mitigar la carga global de esta realidad, la discapacidad asociada y, en último término, ayudar a mejorar la calidad de la vida de las personas y la sociedad.

Los profesionales de la salud mental tratan de adelantarse al desarrollo de estos trastornos y, para ello, realizan estudios de detección precoz con la intención de desarrollar intervenciones profilácticas tempranas para la infancia y la adolescencia.

Dicho de otra manera, se agarran al clásico “más vale prevenir que curar“.

Tras una revisión de los últimos estudios parece haber consenso sobre ciertas conclusiones respecto al género:

  • Los problemas de conducta e hiperactividad son más comunes entre los varones adolescentes.
  • Los problemas de alteraciones emocionales de ansiedad o del estado de ánimo son más comunes entre mujeres adolescentes.
  • Las mujeres adolescentes muestran valores superiores en comportamiento prosocial.

Respecto a la edad los resultados son más inconsistentes ya que la edad de inicio de ciertos trastornos (alimentación, sexuales, abuso de sustancias y sus consecuencias psicopatológicas) se adelanta cada año.

A pesar de los resultados tan poco informativos todos los estudios coinciden en que es preciso identificar lo más tempranamente posible a personas vulnerables o de alto riesgo durante la niñez y la adolescencia con vías a una intervención inmediata.

Desde EnMente volvemos a la importancia de pensar en cada persona. No hay dos niños o adolescentes iguales y se trata de conocerlos, escucharlos y reconocer comportamientos que no son normales a su edad.

No olvides que siempre son los padres, familiares cercanos, profesores, hermanos o amigos los primeros que detectan que algo no va bien.

Para ayudaros a identificar situaciones de riesgo lo antes posible exponemos una serie de conductas infanto-juveniles que predicen trastornos de personalidad:

  • Inestabilidad emocional: le notas muy reactivo a las emociones o que responde de forma superficial y cambiante.
  • Tiene una imagen hostil del mundo: suspicacia o sospecha de que los demás se quieren aprovechar de él/ella.
  • Se muestra frío, distante o no reacciona a las emociones.
  • Rigidez: es perfeccionista hasta el extremo, le interfiere en su vida diaria. Se muestra extremadamente reacio a implicarse en nuevas actividades o a salir de sus rutinas.
  • Relaciones demasiado íntimas: enseguida considera a cualquier persona que conoce un muy buen amigo. Actúa de forma extraña llevado por el deseo de lograr protección o apego de los demás. Esto se suele manifestar con patrones de relaciones inestables, pasando rápidamente de la idealización a la devaluación.
  • Relaciones evitativas: no desea ni disfruta de tener amigos. Tiene una gran dificultad para confiar en los demás. Evita actividades que impliquen contacto interpersonal.
  • Manifiesta continuos sentimientos negativos sobre sí mismo. Frecuentemente envidia a los demás, se considera inepto o poco interesante. Le cuesta iniciar proyectos o hacer las cosas a su manera, parece que no tiene motivación o energía.
  • Aparece despreocupación por las normas sociales o por las necesidades de los demás: hay falta de remordimientos o de empatía. Le cuesta reconocer los sentimientos de los otros.
  • Hay cambios marcados, repentinos y sin explicación aparente en sus hábitos de sueño o de alimentación.

¿Has notado que le pasan una o varias de estas cosas? ¿Qué debes hacer ahora?

Lo primero hablarlo con el niño o adolescente en cuestión. Plantéale tus preocupaciones y dale la oportunidad de explicarse, de contar qué le está ocurriendo.

Después no dudes en consultar. Resuelve tus dudas y plantea tus preocupaciones a un profesional que pueda valorar si lo que ocurre merece atención especial o se pasará con la edad.

No olvides que la salud mental también se cuida y que se puede prevenir el desarrollo de ciertos trastornos infanto-juveniles.

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