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Comedor compulsivoComer sin parar es una forma muy frecuente de evadirse de la realidad.

Ana tiene 34 años y ha engordado 18 kilos en cuatro meses. No puede probar la mermelada porque tomarse una tostada implica desencadenar un ciclo de comer hasta no poder más. “Sentir que me duele la tripa o que he acabado con todo lo que hay en la despensa, muchas veces es el limite que me hace parar”. (Reflexión de un comedor compulsivo).

María no suele acudir a eventos sociales que impliquen comida. Su entorno diría que come muy poco y que no entienden porqué ha cogido tanto peso. Lo que no saben es que María oscila entre la dieta más absoluta a comer durante todo el día cantidades impensables de alimento. Públicamente no prueba bocado porque se avergüenza, pero antes de salir de casa y después de su cita, ha invertido grandes cantidades de dinero en comida de todo tipo.

“Mezclo dulce con salado; he llegado a comerme comida congelada o a bajar al chino a las 2 de la mañana” “Me da vergüenza conocer a una mujer, que vea mi cuerpo. Compruebo una y otra vez cuanto ha engordado mi tripa”, relata Carlos.

Estos son algunos testimonios de personas que utilizan la comida para experimentar un placer que no obtienen en ninguna otra área de sus vidas. Si hablamos en profundidad con Ana, María o Carlos encontraremos de fondo una insatisfacción general con sus vidas y encontraron en la comida una manera de paliarla. Se convirtieron sin quererlo en comedores compulsivos.

Todos en un momento dado podemos comer en exceso o darnos un “atracón”. ¿Qué nos diferencia de las personas que padecen un problema alimentario?

Dos variables son las fundamentales: no poder parar aunque lo deseen y experimentar un sentimiento de culpa intenso tras la ingesta de alimento (que suele conllevar una restricción a posteriori, ejercicio compulsivo o uso de laxantes)

Estos son los síntomas específicos del trastorno por atracón, comedor compulsivo o “comer emocional”:

  • Comer cantidades exageradas de comida
  • Sensación frecuente de falta de control sobre la cantidad de comida que se come
  • Comer más rápido que lo normal
  • Comer a pesar de estar llenos y a disgusto
  • Comer grandes cantidades de comida, pese a no tener hambre
  • Comer solo por vergüenza de lo mucho que come
  • Tras el atracón, sentir tristeza, depresión o vergüenza
  • Cambios frecuentes de peso
  • Pérdida del deseo sexual
  • Realizar dietas frecuentes sin éxito
  • Baja autoestima

Socialmente la comida no está tan mal vista como la adicción a una sustancia.

Los amigos y familiares dan consejos creyendo que es cuestión de fuerza de voluntad y organización. Lo que no saben es que detrás de un comedor compulsivo o un problema alimentario se esconde una forma de lidiar con la realidad, de “gestionar” evitando problemas que estas personas se ven incapaces de resolver y tapando una sensación de soledad e incomprensión terrible.

Las personas con un trastorno de alimentación, al igual que los drogodependientes, comen para no pensar, no sentir y paliar un sufrimiento interno que no se calma (aunque por momentos la comida llene un vacío existencial incolmable).

Por ello, la terapia psicológica se apoya en dos grandes áreas de trabajo: una, dirigida al síntoma (elaboración de menús equilibrados, planificación semanal, control de peso, entre otras), y una segunda dirigida a entender el conflicto interno que hay debajo de lo manifiesto: aprender a gestionar emociones de manera mas eficaz, comprender la propia forma de relacionarse con los demás, mejorar el autoconcepto o tolerar la frustración son algunas áreas de intervención.

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