¿Qué es la imagen corporal?
La imagen corporal es la representación del cuerpo que cada persona construye en su mente; más específicamente, es la manera en que uno percibe, imagina, siente y actúa respecto a su propio cuerpo. Una imagen corporal negativa puede abarcar desde sentirse poco atractivo a una obsesión extrema por el peso y figura que perjudica el funcionamiento normal. La insatisfacción corporal es el resultado de la discrepancia entre el yo percibido (cómo soy y me veo) y el yo ideal (cómo me gustaría ser).
La preferencia por el atractivo es universal. El “arreglo” del cuerpo para realzar nuestro aspecto (con ropa, cosméticos, peinados, joyas, tatuajes) les da a las personas el placer y el orgullo de su imagen física y es común a todas las culturas.
Querer estar atractivos es saludable y forma parte de un área más de nuestro autoconcepto, el problema ocurre cuando el cuerpo y la imagen ocupan constantemente nuestros pensamientos e influye en nuestras conductas.
Está comprobado que las personas más atractivas físicamente no necesariamente están más satisfechas con su aspecto, ni las personas menos atractivas son inevitablemente infelices con el suyo.
Las percepciones, las creencias y los sentimientos de una persona respecto a su aspecto tienen más probabilidad de determinar su imagen corporal que sus características físicas reales.
La insatisfacción con la imagen corporal puede tener efectos devastadores sobre la salud psicológica y física, como trastornos de alimentación, trastorno obsesivo-compulsivo y del estado de ánimo (depresión y ansiedad)
¿Qué factores influyen en la insatisfacción con el peso y la figura?
La influencia más potente sobre la imagen corporal es la cultura. Los medios de comunicación (revistas de moda, anuncios y programas de televisión, películas) ofrecen un continuo bombardeo de imágenes idealizadas de mujeres extremadamente delgadas (y hombres con cuerpos musculosos y tonificados); esto favorece la glorificación de la delgadez al equipararla con el atractivo, la felicidad, la categoría social y el éxito, mientras que al mismo tiempo relaciona gordura con connotaciones negativas como la pereza, el descontrol, la fealdad y el fracaso. Así, el aspecto y, en particular la figura y el peso, pasan a ser fundamentales para la autoevaluación de las mujeres y la valoración de sí mismas.
Por otro lado, se ha demostrado que padres muy preocupados por su propio peso, sus comentarios y críticas expresan el grado en que se valora el aspecto físico dentro de la familia, estableciendo potencialmente un estándar frente al cual el niño se compara.
Los hermanos, sobre todo los varones, son frecuentemente responsables de burlas o comentarios despectivos relacionados con el aspecto. En general, los compañeros de clase pueden contribuir a la construcción de una imagen corporal negativa y a sentirse presionado a hacer dieta y ejercicio.
Otros factores de riesgo como una baja autoestima, el perfeccionismo y exigencia personal además de la inseguridad afectiva (personas que no se sienten merecedoras del amor y la aceptación de su entorno), pueden contribuir a una mayor vulnerabilidad hacia una deficiente imagen corporal.
Ya el filósofo Epicteto dijo: “Lo que perturba a la gente no son los acontecimientos, lo que les sucede, sino la interpretación que hacen de ellos”.
Desglosando el descontento con el propio cuerpo
Nadie está totalmente a gusto con su cuerpo. Las personas en general siempre encontramos defectos o aspectos de nosotros mismos que se podrían mejorar. La diferencia entre una persona que no se encanta en su totalidad y otra que tiene un trastorno de la imagen corporal reside en la interferencia que causa en el día a día de esta persona.
La insatisfacción corporal patológica engloba alguno de estos aspectos:
- Quejas constantes sobre zonas concretas del cuerpo o la figura completa que verbalizan en voz alta o simplemente se repiten internamente en forma de rumiaciones.
- Organizan el estilo de vida alrededor de la preocupación corporal. Estas personas pueden consumir gran cantidad de horas al día comprobando su cuerpo ante el espejo o haciendo zoom a la zona que más les horroriza. Algunos evitan mirarse al espejo mientras que otros lo hacen compulsivamente. Preguntan insistentemente a sus amigos y familiares sobre cómo les ven, buscando información tranquilizadora que les calma en el momento pero que no les sirve a la larga.
- Se comparan constantemente con otros individuos y realizan maniobras de camuflaje, tapándose con ropas holgadas y evitando situaciones sociales en las que creen que se fijarán en su “defecto” o será rechazado por su apariencia. Estas conductas de evitación o rituales, como explicamos los psicólogos en el tratamiento de cualquier fobia, tienden a reforzar e incrementar la ansiedad por el objeto temido, en este caso, la apariencia.
- La imagen corporal está muy influenciada por las creencias que tenemos de nuestra apariencia y por las interpretaciones que hacemos de esta. Estos pensamientos distorsionados, que no se ajustan a la realidad, sino que están magnificados o sesgados, pueden hacer que saquemos conclusiones erróneas de los sucesos: “No gusto a los hombres porque estoy gorda” “Todas las dependientas de esta tienda son guapísimas y delgadas” “Con esta barriga es imposible que ligue” “Las mujeres quieren hombres sin pelo y yo parezco un oso”
Una imagen corporal negativa influye en la forma global de vernos, de manera que se convierte en la base para autoevaluarnos, dañando nuestra autoestima.
Cuando doy más importancia a la apariencia física que a la personalidad, a cómo me relaciono con los demás o mi faceta intelectual o profesional, es una señal de que el concepto general de mí mismo está dañado.
Los psicólogos sabemos que el malestar con el cuerpo engloba un malestar general con la propia persona. Desplazamos al cuerpo insatisfacciones personales de otro tipo. Tenemos la idea de que el cuerpo se puede “moldear”; que adelgazar, tener más pecho o ser más musculoso es mucho más fácil de modificar que ser menos tímido, caer mejor, ligar o ser más divertido.
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