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Cuando tenemos hijos siempre hay un momento en el que nos hacemos esta pregunta: ¿será inteligente mi hijo/a? Luego entran en la guardería, jardín de infancia o en el colegio y empiezan a llegar las notas a casa.

Al principio pueden ser cosas del estilo: colorea muy bien, es responsable de sus juguetes o no consigue avisar a tiempo para ir al baño. Hasta aquí pocas personas piensan en inteligencia.

Sin embargo, llega un punto en que resulta inevitable darle este nombre. Hay que aprenderse los colores, los números o incluso empezar a leer. Y no digamos ya cuando llegan las notas, tienen 8 asignaturas y nos preocupa si dominarán el inglés.

Saber si nuestros hijos son inteligentes es una inquietud generalizada. Pero antes de poder responder a esa pregunta hemos de saber cómo se mide o evalúa la inteligencia.

De forma casi inconsciente, en los años de escolarización, equiparamos la inteligencia con rendimiento académico. Pero a nivel psicológico se han desarrollado distintas teorías de la inteligencia.

Vamos a hacer un breve recorrido por todas estas concepciones para ayudar a responder a la pregunta: ¿mi hijo/a es inteligente?

Rendimiento académico

Si pensamos que la inteligencia se plasma en los resultados académicos es necesario hablar de rendimiento. Este se define como el resultado final entre el aprendizaje interiorizado y la capacidad de respuesta por parte del alumno.

El objetivo final este proceso es la educación reglada. Por otra parte, hay quienes consideran que el rendimiento escolar, aunque se relaciona con la inteligencia, no es una buena medida, ya que tienen un importante componente sociológico e histórico (los conceptos mínimos van cambiando, los temarios evolucionan, etc.).

Se habla de dos visiones del rendimiento académico:

  • Visión estática: el producto o resultado del aprendizaje obtenido por el alumno.
  • Visión dinámica: proceso de interiorización de dicho aprendizaje.

Habilidades primarias de la inteligencia

En la década de 1920, el psicólogo americano Louis Leon Thurstone desarrolló sus teorías bajo la premisa de que la inteligencia requería de una serie de habilidades primarias.

De este modo, el concepto abstracto de inteligencia se empezó a dividir en aspectos más cuantificables. Enunció las siguientes habilidades primarias: fluidez verbal, habilidad numérica/matemática, percepción espacial, razonamiento lógico, agilidad perceptiva, memoria asociativa y comprensión del lenguaje.

Sin embargo, una parte importante de estas habilidades (y sobre todo, las herramientas de evaluación) estaban ligadas al acceso a una educación formal.

Inteligencia fluida vs. inteligencia cristalizada

Más de tres décadas después, otro psicólogo postuló una nueva teoría de la inteligencia. Consideraba que basarse en el aprendizaje formal, la culturización y en la educación de la persona limitaba demasiado el concepto de inteligencia e hizo la siguiente distinción:

Inteligencia cristalizada: conjuntos de capacidades, estrategias y conocimientos que constituyen el grado de desarrollo cognitivo logrado mediante la historia de aprendizaje de una persona.

Inteligencia fluida: capacidad de una persona para adaptarse y enfrentar situaciones nuevas de forma ágil, sin que el aprendizaje previo, la experinecia o el conocimiento adquirido supongan una ayuda determinante para su manifestación.

Deja de lado la historia de aprendizaje formal de cada uno y le da la misma importancia a la capacidad de adaptación o de enfrentarse a situaciones nuevas basándose en la idea de que parte de la inteligencia de la persona tiene que ver con habilidades heredadas para pensar y razonar de modo abstracto.

Teoría de las Inteligencias Múltiples

En contrapeso a la idea de la existencia de una única inteligencia, el psicólogo estadounidense Howard Gardner postuló su teoría de las inteligencias múltiples.

A raíz de las habilidades y aptitudes que otros habían descrito como necesarias para la inteligencia en general, consideró que existen muchas formas o ámbitos en los que ser inteligente.

Para Gardner la inteligencia debía definirse en términos de un potencial individual que no puede ser cuantificado, que solo puede observarse y desarrollarse a través de ciertas prácticas.

Esta concepción aporta un importante dinamismo y la posibilidad de desarrollar las distintas inteligencias que propone ya que las considera independientes y bien diferenciadas.

Descubre aquí las inteligencias múltiples de Gardner.

¿Mi hijo es inteligente?

Para poder responder a esa pregunta antes habría que reformularla:

¿en qué es inteligente mi hijo?

La mayoría de los psicólogos y educadores coincidimos en hablar en términos de capacidad y habilidades más que en la dualidad de inteligente o no inteligente.

La teoría de las inteligencias múltiples consiguió dar el salto de la teoría a la verdadera realidad escolar y social. No es más listo un banquero que un horticultor o un diseñador que un ingeniero.

La inteligencia, entendida como habilidades múltiples, se puede prácticar, aprender y perfeccionar.

Siempre que caigamos en la trampa de la mente de simplificarlo todo en blanco o negro, inteligente o no inteligente, hemos de recordar que la complejidad humana no permite esa dicotomía. Que nuestro hijo/a destaca en algo sobre los demás y le cuestan más otras cuestiones. Y que, a priori, no hay inteligencias más importantes que otras.

Ahora te tocan unos minutos de reflexión: 

¿En qué destaca mi hijo? ¿En qué es inteligente?

Cuando tengas clara la respuesta, si puedes, busca el momento para hacérselo saber. Es posible que tu hijo/a no supiera que eso también es ser inteligente.

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