Una familia se compone por dos subsistemas: el parental y el filial. Ambos interrelacionados de tal forma que es difícil separar los conflictos o problemáticas individuales; es decir, si un miembro de la familia sufre algún problema físico, social o emocional, el resto de la familia también se verá afectada. Es por esto que, aunque muchos padres quieran separar sus problemas de pareja de su rol de padres, se hace realmente complicado.
”La familia es un espacio donde uno ha de sentirse seguro y acogido.
A continuación hablaremos de algunas de las consecuencias en los hijos de problemas de pareja de los padres:
Padres como modelo de aprendizaje:
Los niños hacen lo que ven y no tanto lo que sus padres les dicen. Se expresan con las mismas palabras y actitudes, ya que durante la etapa infanto-juvenil los hijos imitan constantemente siendo los padres una guía de comportamiento. Cada cosa que ven oyen y reciben, lo procesan a su manera y lo expresan en el juego o en su interacción con los demás.
Si la madre habla constantemente mal del padre, descalificándolo, los hijos tenderán a imitar esta conducta y parte del concepto que tendrán de su padre vendrá influido por lo que la madre opine de él.
Alianza con uno de los progenitores:
En familias donde predominan las tensiones y hay un alto nivel de emoción expresada, los hijos no saben donde colocarse. En general, los niños suelen tomar partido por uno de los padres y vincularse de manera más apegada a éste, dejando de lado al otro progenitor.
Es frecuente en parejas distanciadas emocionalmente o en constante conflicto “utilizar” al hijo como chivo expiatorio de los problemas entre ellos. Sin ser muy conscientes a veces o en otras ocasiones de manera intencionada, el hijo acaba estando triangulado entre ambos progenitores y es el intermediario de los problemas de pareja siendo muy dañino para éste y generando intensos sentimientos de ansiedad, culpabilidad y rabia.
-El rendimiento académico de los niños, en muchas ocasiones, es consecuencia de un problema familiar. Los hijos son, como decimos los psicólogos, el síntoma de la familia, el paciente identificado; ¿Qué quiere decir esto? Los hijos absorben y se ven implicados en los problemas de sus padres, siendo en ocasiones portadores del problema.
Sorprendería saber que muchos de los niños y adolescentes que acuden al psicólogo por una gran preocupación paterna con síntomas como problemas de atención y concentración a la hora de estudiar, problemas de alimentación, dificultades de sociabilización, desmotivación y apatía, etc., suelen tener que ver con problemas familiares. Estos síntomas suelen ser una forma de tramitar el sufrimiento que los niños ven en casa y son incapaces de asimilarlo. Ver a la pareja desvinculada y percibir a los padres tristes o enfadados constantemente genera en los niños una gran impotencia y un sufrimiento que se les traspasa expresándolo de la mejor manera que pueden, en ocasiones generando un síntoma emocional o conductual.
“Si no me separo es por mis hijos”.
Al contrario de lo que muchos padres piensan, es mucho más dañino a largo plazo para los niños vivir en un ambiente hostil, sin percibir afecto entre los progenitores y en contradicciones constantes, que una separación a tiempo (que será un daño puntual a corto plazo pero un bienestar a la larga para todos).
Los padres para los hijos, además de una figura educativa que ha de equilibrar la exigencia y el afecto (establecer “normas con amor”), es el modelo de pareja que integrarán cuando sean adultos.
Una pareja que no se demuestra cariño, que no resuelve los problemas hablando sino haciendo que el tiempo pase, que no comparte tiempo ni espacios, que se contradice constantemente, etc, afectará de alguna u otra manera a la construcción de la personalidad de sus hijos, además de facilitar que incorporen un modelo de pareja disfuncional.
”Los conflictos, en sí, no son negativos, incluso son necesarios; enfadarse forma parte de las relaciones.

No hablamos aquí de parejas ideales; todas las parejas tienen desavenencias, opiniones diferentes o choques en la convivencia. Por el mero hecho de interaccionar, surgen conflictos entre las personas.
Cuando hablamos de “problemas de pareja” nos referimos a parejas constantemente en guerra, donde lo que predomina es un afecto negativo entre ellos que los hijos perciben. Lo dañino es “enfadarse sin desenfadarse” después; parejas que no se piden perdón tras una discusión o que hablan mal del otro progenitor a los hijos o aquellos que menosprecian la figura del otro.
Por otro lado, tendemos a pensar que una pareja que se lleva mal es una pareja que está constantemente discutiendo, con faltas de respeto entre ellos y con un nivel de tensión y agresividad importante. No olvidemos que existen otras parejas que no discuten ni entran en conflicto pero que al contrario, no se relacionan. Son parejas totalmente distanciadas emocionalmente, que viven juntas pero que no se comunican. Este tipo de relaciones, al igual que las parejas constantemente peleadas, también facilitarán algún problema emocional en sus hijos.
Desde EnMente psicólogos sabemos que ser padre es una tarea complicada y dejar al margen a los hijos de los problemas propios de la pareja, aun más.
Si estás preocupado por alguno de tus hijos, observas cambios en su comportamiento o actitud y crees que se ha acentuado en los últimos meses desde que vuestra pareja está pasando por un mal momento, no dudes en consultar con un profesional.
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