Las emociones, esas grandes condicionantes de nuestra conducta, pueden influenciar nuestra vida en multitud de sentidos.
El conocimiento, comprensión y manejo de las emociones son básicos para que nuestros hijos se desenvuelvan adecuadamente en sociedad.
Los padres vamos a ser los principales agentes en ese aprendizaje.
Detrás de todo niño dificil, hay una emoción que no sabe expresar.
Para desarrollar y educar la inteligencia emocional de los niños tenemos que tener en cuenta unos pilares básicos.
Lo primero de todo va a ser aprender a identificar las emociones propias y también aprender a detectar la emociones que están experimentando los demás.
Por otro lado, es importante comprender las emociones y para eso debemos saber qué es lo que me está pasando y qué estoy pensando que me está haciendo sentir de esa manera.
Por último, ayudar a nuestros hijos a expresar y canalizar las emociones enseñándoles a autoregularse. La suma de estas variables ayudarán al fortalecimiento del propio bienestar del niño y sus relaciones sociales.
Las emociones se desarrollan a lo largo de todo el ciclo vital, por lo que cuanto antes comencemos a desarrollarlas, mejor. Hay estudios que nos dicen que desde los 2 años y medio ya es posible educar las emociones y lo que es más importante, que esto tiene influencia durante toda la vida.
Al menos un 80% del éxito en la edad adulta proviene de la inteligencia emocional.
Consejos en la educación de emociones de nuestros hijos
Validar emociones
Existe un tendencia general a evitar las emociones negativas. “No pasa nada” “Hijo, no te pongas así” o “No te enfades” son frases habituales que decimos a los niños cuando están enfadados.
En realidad los padres somos un modelo de aprendizaje único y hemos de ayudar a nuestros hijos a nombrar las emociones y permitir que se sientan tristes o enfadados. “Parece que estás enfadado” “¿Estás triste porque no ha venido la abuela?”, sería la forma ideal de comunicarnos con los niños cuando están experimentando una emoción negativa.
Tolerar la frustración
Este término tan hablado entre los padres pero tan dificil de fomentar hará de un niño un futuro adulto con mejor autoestima y mayor manejo emocional.
En muchas ocasiones, los padres sobreprotegemos a los hijos, somos muy permisivos, impidiendo así el desarrollo de una buena capacidad de afrontamiento.
Poner límites a nuestro hijo es fundamental. Una buena manera de ir fomentando la tolerancia a la frustración es no dando al niño lo que pide de manera inmediata; guiar a nuestro hijo para ser paciente y ser firme ante la impulsividad sin ceder a la mínima.
Canalizar la ira
“No grites” “No pegues” son frases que no ayudarán al niño en ningún momento. Enseñar a nuestro hijo a percibir sus emociones y reconocer que está enfadado es un primer paso.
Por otro lado, hemos de enseñar a nuestro hijo otras formas de expresar la rabia, no conteniéndola, sino aprendiendo a relajarse sin dañar a otros niños.
Cuando el niño está en una rabieta no es momento de hablar; hemos de esperar a que nuestro hijo se calme para explicarle lo que no es adecuado de su comportamiento y cómo actuar la próxima vez.
Desarrollar la empatía
Si cuando somos niños en vez de recibir aceptación, se nos reprime o ignora, vamos a crecer con la autoestima dañada. Precisamente siendo nosotros empáticos con nuestros hijos es como mejor les ayudaremos a desarrollar esta capacidad.
Mediante preguntas como “¿Por qué crees que está llorando el primo?” “¿Cómo crees que se siente papá con lo que le has dicho?” “¿Crees que la señora está hoy contenta?”.
Comprenderse a uno mismo es un proceso en el que debemos permitir que el niño exprese sus necesidades y sentimientos.
Las emociones pueden ser nuestra gran fortaleza o nuestra peor debilidad. Saber percibirlas, comprenderlas y regularlas con la habilidad adecuada, nos permitirá sin duda afrontar nuestro día a día de un modo más eficiente.
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