Skip to main content

Hace mucho que estoy así. No tengo ganas de nada, he perdido el interés por las cosas. Me cuesta horrores ir a trabajar y cumplir con mis obligaciones. No me centro, me siento mermado. Si pudiera me quedaría en la cama. Me cuesta dormir. Me ha cambiado el apetito. No me apetece ver a gente.

La depresión tiene mucho que ver con la tristeza. Sin embargo, estar triste no es en sí mismo patológico, sino una emoción que apunta a un vacío interior.

Es una respuesta natural ante un dolor o una situación que vivimos de forma negativa. De hecho, sentir un profundo abatimiento tras una pérdida, una ruptura sentimental o un fracaso profesional es normal.

Entonces, ¿cómo sé cuándo ya no es solo tristeza y me acerco a la depresión? ¿Cuándo debo pedir ayuda a un psicólogo? Hemos de tener en cuenta dos factores: la intensidad de la emoción y la permanencia en el tiempo.

Si pasa el tiempo pero el malestar no disminuye o si me siento tan mal que creo que no puedo soportarlo, que me afecta al sueño, a la concentración o a mis ocupaciones cotidianas, es probable que estemos hablando de una depresión.

¿Qué es la depresión?

La depresión es un trastorno del estado de ánimo que merma las fuerzas e interfiere en el pensamiento y el estado físico de una persona. Se caracteriza por un profundo sentimiento de tristeza que afecta a todos los aspectos de la vida de una persona y que no se pasa con el tiempo.

No existe una edad específica en la que suele aparecer este trastorno; sin embargo, existe mayor prevalencia al principio de la edad adulta. Esto no significa que los niños o adolescentes no puedan tener depresión, pero los síntomas o cómo se manifiesta este trastorno es distinto y merece una mención aparte. Más adelante hablaremos sobre la depresión infantil.

La persona con depresión pierde la ilusión por las cosas que antes le gustaban, parece que la intensidad de sus sensaciones disminuye y nada le produce la felicidad o el placer que antes sentía.

Este sentimiento se extiende a todo: las quedadas con amigos, los logros profesionales, la comida favorita, el deporte habitual o el pequeño placer de estirarse en la cama. Todas estas cosas pierden intensidad, ya no generan interés y, poco a poco, desaparece la motivación y la energía para hacerlas.

La depresión es la principal causa mundial de discapacidad. En España es la principal causa de baja laboral.

Todos estos sentimientos negativos aíslan a la persona y generan multitud de sentimientos de desprecio hacia sí misma, merman la autoestima y la sensación de autovalía.

Poco a poco van desapareciendo todas las emociones o pensamientos positivos. Esto hace que la persona que sufre depresión padezca una serie de distorsiones que le hacen ver el mundo de forma gris y negativa, hasta el punto en que no logra distinguir entre las cosas que le ocurren y el sentimiento generalizado de abatimiento o catástrofe.

Síntomas de la depresión

Al igual que en la ansiedad, los síntomas de la depresión se manifiestan a distintos niveles: conductual, cognitivo (de pensamientos), emocional y físico (o somático).

Es importante destacar que no tienen que darse todos a la vez para que hablemos de depresión, sin embargo, sí es significativo valorar cómo afectan a las diversas áreas de la persona: a nivel social, laboral, personal, familiar, etc.

  • Síntomas conductuales: llanto incontrolable incluso sin motivo reconocible, irritabilidad, inquietud, agitación, enlentecimiento al moverse o al hablar (en ocasiones mutismo).
  • Síntomas cognitivos: lentitud de pensamiento, dificultad para concentrarse o sostener la atención, problemas de memoria (olvidos, errores), dificultad para tomar decisiones. En ocasiones ideas suicidas.
  • Síntomas emocionales: tristeza, ansiedad, impotencia, pesimismo, apatía, desesperanza, sentimientos de culpa e inutilidad. Sensación constante de vacío.
  • Síntomas físicos: falta de energía, cambios en los hábitos de alimentación y sueño (insomnio o hipersomnio*), dolores de cabeza, molestias gastrointestinales, malestar físico permanente, pérdida de apetito sexual.

*Hipersomnio: se trata de un estado en el que la persona siente que tiene sueño todo el tiempo, duerme muchas más horas de lo necesario y a deshora.

La conjunción de algunos de estos síntomas al inicio de la depresión genera:

  • Astenia: las tareas más sencillas y cotidianas, como levantarse de la cama o asearse, suponen un enorme esfuerzo y gasto de energía.
  • Anhedonia: paulatina falta de interés y de placer en las cosas que antes nos gustaban.

Aunque la tristeza y los sentimientos negativos son característicos de la depresión, cuando el estado es grave, la persona puede llegar a sentirse desconectada de todas las emociones. «No siento nada.» «No sé cómo estoy.» Esto aumenta la sensación de irrealidad y de vacío existencial, por lo que se considera un momento crítico.

En depresiones severas o en estos momentos críticos, la persona puede tener o llegar a manifestar ideas suicidas. «Todo iría mejor si yo no estuviera.» «Esto no tiene solución, no puedo seguir así.» Esto es indicativo de un enorme sufrimiento y de la idea desesperanzadora de que su situación no va a mejorar.

Este tipo de manifestaciones no deben tomarse a la ligera o como simples llamadas de atención: se debe consultar con un profesional lo antes posible.

Tipos de trastornos del ánimo

Podemos entender el estado de ánimo como un continuo: en un extremo estaría la depresión, y en el otro, un estado exagerado de euforia que se llama manía. Como en la mayoría de casos, cuanto más cerca estemos del punto medio más estabilidad y salud mental tendremos (teniendo en cuenta que todos solemos fluctuar dentro de unos márgenes).

Partiendo de esta explicación, los trastornos del estado del ánimo se clasifican en:

  • Episodio maníaco
  • Trastorno bipolar
  • Distimia
  • Trastornos del estado de ánimo por enfermedad física
  • Trastornos del estado de ánimo por abuso de sustancias

Episodio maníaco

La manía es un estado extremo de euforia, un estado de ánimo elevado y expansivo que se mantiene en el tiempo. A priori uno podría preguntarse: «¿cómo va a ser patológico un estado de felicidad enorme que dura mucho?».

Esto es así porque la manía no es solo felicidad, sino que se pasa de la felicidad y se convierte en euforia.

Si piensas en un momento de tu vida extremadamente intenso y bueno (aprobar una oposición, tener un logro profesional muy esperado, enamorarse locamente, tener un orgasmo, etc.) y te imaginas mantenerte en ese estado de euforia durante días o incluso semanas, puedes empezar a entender por qué no es sano.

La euforia nos impide concentrarnos, prestar atención, hace que minimicemos todos los riesgos y que podamos llegar a poner en peligro nuestra integridad (física, económica, de relaciones…).

Genera una sensación de grandiosidad que hace que la persona sienta menos necesidad de dormir, aumente su actividad general o se sienta agitada.

La persona también siente que su cabeza funciona muy deprisa, como si tuviera el pensamiento acelerado, y generalmente se encuentra más habladora de lo habitual e incluso verborreica.

Es muy poco frecuente que la persona en este estado se dé cuenta de las consecuencias que puede tener y busque ayuda: hasta que no sufre consecuencias graves no suele consultar con un psicólogo. Generalmente son las personas más cercanas las que le dicen que le notan acelerado, que tiene etapas en las que «se viene arriba» o cosas por el estilo.

Trastorno bipolar

Al contrario de lo que la gente piensa, el trastorno bipolar no tiene que ver con cambios repentinos de humor o de opinión, sino con que hayan existido tanto episodios depresivos como maníacos (aunque pueden ser de menor intensidad). Para poder calificarlos de esta forma tienen que tener un mínimo de duración (aproximadamente una semana), por lo que la idea de las películas o del imaginario colectivo de que alguien que sufre este trastorno cambia constantemente es falsa.

Las consecuencias del trastorno bipolar son innumerables, pero destaca el desgaste personal, la afectación a la autoestima y la dificultad para mantener un trabajo o pareja estables. A estas consecuencias habría que añadir las propias de los momentos de bajo ánimo (facilidad para enfermar por bajas defensas, aislamiento social, baja autoestima, riesgo autolítico) y de los momentos de manía (riesgos para la integridad personal y económica, incapacidad de concentración, etc.)

El trastorno bipolar suele diagnosticarse de forma tardía, ya que lo más llamativo para la persona son las etapas depresivas. Es un trastorno que suele requerir de tratamiento farmacológico para estabilizar el ánimo y de tratamiento psicológico para aprender a reconocer los estresores que desencadenan los cambios en el ánimo.

Distimia

Hay quien describe a la distimia como la hermana pequeña de la depresión, un trastorno que comparte los mismos síntomas pero más atenuados. Sin embargo lo característico de la distimia es la duración, que son unos dos años con el ánimo bajo, falta de energía, sentimientos de culpa, molestias físicas, enlentecimiento generalizado, dificultad para tomar decisiones, etc.

Las personas que sufren distimia pueden mantener un trabajo, pero el coste físico y emocional que les supone es sobrehumano. Encadenan muchas bajas por problemas de salud que al final remiten al ánimo y no avanzan a nivel laboral o de relaciones, pues mantenerse en sus obligaciones ya les requiere toda su energía.

La distimia es un trastorno del estado de ánimo poco conocido y diagnosticado. Desde EnMente entendemos que esto tiene mucho que ver con el sistema en el que vivimos. Socialmente se entiende que la queja, la tristeza o el cuidado de la salud mental es de personas flojas o débiles. No se nos enseña a escucharnos ni a entender los síntomas que podamos tener.

Lo que se espera de nosotros es que cumplamos con todas nuestras obligaciones (incluso las sociales) aunque no te encuentres bien, aunque no te apetezca.

Desde esta perspectiva, pasarte dos años enteros de bajón o sin ganas en todas y cada una de las cosas que haces, «no tiene importancia», ya que estás cumpliendo con lo que se espera de ti.

La distimia, al igual que la depresión, se puede tratar. No tienes que resignarte a vivir así. Los psicólogos de EnMente pueden ayudarte.

Trastornos del estado de ánimo por enfermedad física

Muchas enfermedades o situaciones sostenidas de problemas de salud generan un estado de ánimo bajo que puede llegar a convertirse en depresivo, desde problemas oncológicos hasta bajas prolongadas por cualquier tipo de accidente.

La inseparable conexión del cuerpo con la mente explica que estar enfermo afecta psicológicamente: por un lado a nivel biológico, por verse afectadas por ejemplo las hormonas, y por otro lado por todos los cambios que se sufren como consecuencia directa de la enfermedad (baja laboral, cambios en las rutinas, incapacidad para hacerse cargo de uno mismo, sentimiento de culpa por el daño que hacemos a nuestros seres queridos, etc.).

Recibir apoyo psicológico como complemento del tratamiento médico influye directamente en la recuperación o la vivencia de la enfermedad.

Trastornos del estado de ánimo por abuso de sustancias

Muchas drogas, legales o ilegales, tienen un efecto directo sobre el estado de ánimo. En el momento en que se para de consumir y se pasan los efectos buscados suele haber una importante disminución del ánimo, de la energía y la motivación.

Muchas personas piensan equivocadamente que ese es su estado normal y que solo a través del consumo logran sentirse bien. Este efecto secundario del alcohol, el cannabis o la cocaína (entre otros) es una parte muy importante del proceso de adicción.

Existen por tanto importantes alteraciones en el estado de ánimo durante los procesos de consumo o cese del consumo. Muchas drogas pueden llevar a estados de manía mientras duran sus primeros efectos y a sensaciones depresivas posteriores.

El tratamiento para estos problemas de ánimo tiene que ir en paralelo al tratamiento para dejar el uso o abuso de dichas sustancias.

Causas de la depresión

No existe hay una causa específica que genere una depresión, sino que más bien es el resultado de interacciones complejas entre factores biológicos, sociales, psicológicos y situaciones adversas.

Existen predisponentes genéticos: se sabe que el trastorno depresivo mayor es tres veces más frecuente en personas cuyos padres o cuidadores hayan sufrido depresión.

Los traumas, especialmente los sufridos en la infancia, también pueden predisponer a una futura depresión. De hecho se sabe que las carencias en los cuidados básicos o la exposición a traumas severos en los primeros años de vida pueden alterar el sistema inmunitario y nervioso, lo cual aumenta las probabilidades de padecer trastornos del estado de ánimo.

Por otra parte, la exposición a situaciones estresantes continuadas o ciertas circunstancias personales como la pérdida del empleo, las rupturas o la muerte de un ser querido, pueden ser desencadenantes de una depresión.

Es importante destacar que generalmente la persona deprimida no puede identificar el motivo concreto de su bajo ánimo, incluso aunque haya comenzado por un hecho negativo específico, y no logra entender cómo no ha podido manejarlo o ha llegado a afectarle tanto.

La persona con depresión no elige estar así. No tiene un problema de falta de motivación o es perezosa.

Consecuencias de la depresión

La depresión provoca muchos problemas de salud. La persona que la padece suele abandonarse y desarrollar hábitos de vida poco saludables. A los problemas de sueño y alimentación se suma la falta de ejercicio físico por la falta de energía y motivación, y en ocasiones incluso la falta de higiene y autocuidado.

Además, la depresión nos hace vulnerables a sufrir ciertas enfermedades, ya que nuestro sistema inmunológico también se encuentra deprimido por lo que somos más susceptibles a gripes, infecciones e incluso a patologías cardiovasculares.

Por otro lado, como consecuencia de la falta de energía y motivación, hay un muy bajo rendimiento que afecta a todas las áreas y que puede tener consecuencias a nivel laboral (pérdida de empleo u oportunidades si no se detecta y diagnostica a tiempo), a nivel escolar e incluso a nivel personal, ya que incluso las tareas cotidianas más sencillas suponen un enorme esfuerzo para la persona.

Los síntomas emocionales van calando, la autoestima se ve fuertemente afectada, la persona va perdiendo confianza en sus capacidades y va sintiendo una pérdida progresiva del sentido de la vida.

Como consecuencia puede aparecer uno de los mayores riesgos de la depresión: el suicidio. Se sabe que el 60% de los suicidios que ocurren en el mundo se relacionan con la depresión. La falta de sentido de la vida y la desconexión de la que hablábamos en los episodios más graves pueden llevar a tentativas de suicidio o autolesiones, así como a otras conductas destructivas como las adicciones al alcohol, drogas, exposición a conductas de riesgo, etc.

Si tienes sospechas o temores sobre alguien cercano en lo relativo al suicidio o a posibles ideas suicidas, busca ayuda lo antes posible.

No lo relativices. Infórmate sobre el tema.

Los profesionales de EnMente estamos a tu disposición.

Además, la depresión afecta especialmente a las relaciones interpersonales, tanto profesionales, de pareja, familiares o con amigos. Los cambios en el ánimo que vive la persona deprimida, los momentos de irritabilidad alternados con la falta de energía y ganas de hacer cosas, van generando problemas con los demás. Todo esto contribuye a que la persona se aísle cada vez más.

La depresión infantil

La depresión se manifiesta de forma distinta en los niños. Por ello hemos creado un apartado específico dentro de los problemas de la infancia para explicar qué síntomas tiene, cómo se puede detectar en nuestros hijos o alumnos menores y qué tenemos que hacer si pensamos que un niño tiene riesgo de tener un problema del estado de ánimo.

Tratamiento de la depresión

Existen muchos enfoques para superar la depresión dependiendo de los síntomas, la intensidad y tiempo de los mismos y, por supuesto, de cada persona y sus circunstancias. No existe un manual para salir de una depresión, cada caso es evaluado y se diseña un tratamiento a medida del paciente.

En los casos de depresión grave o melancólica, será prioritario ayudar a la persona a recuperar las pequeñas rutinas de autocuidado, el orden en la alimentación y en el sueño.

Puede ser necesario compaginar la terapia psicológica con tratamiento farmacológico.

Es importante aclarar que la medicación se entiende como un apoyo necesario para poder empezar a intervenir a nivel psicológico.

Cuando una persona se encuentra ya en estado de anestesia emocional tras pasarlo muy mal durante mucho tiempo, los procesos de pensamiento se encuentran afectados y eso dificulta o puede llegar a imposibilitar el trabajo de la terapia.

Durante el tratamiento psicológico, tanto en depresiones graves como en los episodios depresivos o distimias, se irá profundizando en los motivos que llevaron a la persona a esta situación, en las creencias que tiene arraigadas sobre sí misma que le limitan y afectan a la autoestima, se avanza en el proceso de autoconocimiento y se identifican los vínculos emocionales tóxicos para el paciente. Su psicólogo le acompañará y guiará en todo el proceso de cambio.

Con el tratamiento adecuado se puede salir de esta situación tan compleja y minante. Nuestra experiencia profesional avala que la depresión se puede superar

Ver todos todos los problemas que tratamos

HORARIO

Lunes – Viernes

09:00 – 21:00

Avenida de América 27, 1º derecha | 28002 Madrid

Teléfono 686 57 47 56 / 652 31 56 07