Si alguna vez te has hecho esta pregunta, es que tienes ciertas inquietudes o circunstancias que no te permiten estar tranquilo/a.
La primera máxima de la psicología es que cada persona es diferente. Las palabras que a unos les ayudan a otros no le llegan pero, a pesar de esto, vamos a intentar facilitaros algunas respuestas prácticas a esta pregunta.
En primer lugar, es importante comentar que acudir al psicólogo aún está plagado de muchos prejuicios. Resulta difícil comentar que nos planteamos o utilizamos este recurso. Hay que aclarar que ir al psicólogo no implica estar loco, no supone ser débil de carácter ni significa que tengas una enfermedad mental.
El psicólogo no te medica, no te come la cabeza, ni te dirige para que actúes como él/ella lo haría.
Partiendo de esa base y para empezar a responder preguntas queremos aclarar que no hace falta estar en una situación excepcional o extrema para buscar ayuda.
Hay estudios que afirman que más de un 95% de las veces sufrimos inútilmente. Cuesta mucho poner límites a nuestro dolor, porque aguantar o superar las dificultades de forma estoica es algo admirable hoy en día.
Dejémoslo claro, no es debilidad, es una decisión destinada a tomar las riendas de tu vida y buscar un cambio a mejor.
Situaciones concretas en las que es muy recomendable consultar con un profesional:
- Cuando sientes que no tienes control sobre tu día a día.
- Si empiezas a somatizar (aparecen distintos dolores sin una causa física aparente) o a tener ataques de ansiedad (presión en el pecho, aceleración del ritmo cardíaco, hiperventilación o respiración muy superficial y acelerada, pensamiento angustiosos incontrolables, miedo a perder el control…).
- Cuando la intensidad de tus emociones te desborda (aparece enseguida el llanto, tienes ataques de rabia, una angustia que te supera, sentimientos de impotencia o desesperanza, te sientes triste constantemente, …).
- Ante situaciones límite que no sabes resolver o no tienes fuerza para afrontar (problemas graves de pareja, en las relaciones o con el trabajo).
- Cuando sientes que tus emociones te arrastran y no eres capaz de analizar las cosas con objetividad y actuar inteligentemente.
- Si te descubres lleno/a de pensamientos negativos, catastrofistas, obsesiones o fijaciones que le impiden vivir la vida con normalidad. Le das demasiadas vueltas a las cosas.
- Si sientes que tu vida ha perdido el sentido o deseas que la vida se acabe. No encuentras salida a tu situación y vas perdiendo la esperanza.
- Si notas una agresividad que no puedes manejar y sabes que se puede desatar en situaciones límite, o si has tenido problemas con otras personas por tus ataques de ira.
- Cuando tu familia, amigos o personas cercanas te transmiten que no te ven bien desde hace un tiempo, que no te reconocen en ciertas reacciones o que no saben cómo ayudarte.
- Si tienes grandes dificultades para descansar, conciliar el sueño, desconectar de tu día a día o relajarte.
- Si notas que has perdido ilusión por cosas que antes te gustaban, ganas de salir de casa o de relacionarte con gente.
- Si han cambiado tus hábitos alimentarios, ya sea porque has perdido el apetito o porque tienes ganas de comer independientemente del hambre, o tu apetito sexual (con pérdida de interés o fijación con la sexualidad).
Si te sientes identificado/a con alguna de estas situaciones plantéate que puedes hacer algo para cambiar las cosas y dejar de sufrir.
Si finalmente decides acudir a un psicólogo debes tener en cuenta que:
- Hacer una consulta no significa iniciar una terapia directamente. No temas la implicación que te puede suponer. Ante cualquier duda, pregunta.
- Recuerda que nuestra ética profesional nos obliga a mantener el anonimato y el secreto profesional de todas las conversaciones que se lleven a cabo. Toda la información recibida, por tanto, se tratará respetando la total intimidad y privacidad de la persona que realiza la consulta.
Este artículo está principalmente enfocado a adolescentes y adultos. Más adelante responderemos a la pregunta ¿Cómo sé si mi hijo/a necesita un psicólogo?
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