Si alguna vez has recibido algún diagnóstico médico importante o has vivido cómo se lo comunicaban a alguien cercano, sabrás que existen muchas formas de afrontar la aparición de un problema de salud, tantas como personas.
Podría decirse que inicialmente nadie está preparado para asumir este impacto. Pero, en el caso de un diagnóstico psicológico o psiquiátrico, se produce un impacto, la persona y los que le rodean se verán obligados a asumir cometidos para los que habitualmente no se está preparado.
La salud mental aún provoca muchos miedos, muchas reticencias. El estigma social que se tiene dibuja un perfil violento, nos hace pensar en personas que no se controlan, que hablan solas o que son tan raras que nos hacen sentir inseguras.
Un diagnóstico en salud mental ataca a nuestro sentimiento más profundo de autoreconocimiento: sé quién soy, lo que me gusta, cómo soy, puedo pensar cómo reaccionaré a distintas cosas que me pueden pasar. Tengo control y conciencia de mí mismo. De pronto, esta certeza se tambalea.
El diagnóstico en salud mental
El diagnóstico puede llegar de dos maneras, de forma abrupta o después de mucha espera y búsqueda de respuestas.
Si la persona sufre un episodio que le lleva a urgencias; como puede ser un ataque de ansiedad, un brote psicótico o un desajuste físico/químico por la desnutrición de un trastorno de alimentación; el diagnóstico da respuesta a una situación crítica recientemente vivida por la persona y se mezclan ambos impactos.
Suele aparecer incredulidad, sobre todo en casos de ataques de pánico o ansiedad donde la persona ha sentido su vida en riesgo, y hay una importante dificultad para asumir la actual realidad y el tratamiento que debe emprender.
Si diversos malestares o situaciones han hecho pasar a la persona por médicos y pruebas hasta que es derivada o acude por sí misma a un profesional de la salud mental, el diagnóstico se recibe de otra forma. Puede requerir un proceso de asimilación pero el impacto será algo menor.
En ambos casos hay una serie de aspectos y de necesidades a tener en cuenta.
La persona y su diagnóstico
Poder asumir esta nueva realidad es un proceso que en ocasiones lleva años. A veces las personas terminan su tratamiento sin haber atravesado realmente lo que les ha supuesto tener depresión o saberse bipolar.
Es de esperar que, en un primer momento, aparezcan sentimientos de incertidumbre y culpabilidad. Los motivos por los que se desarrollan trastornos mentales son muy diversos y muchas veces los profesionales de la salud no se detienen a explicarlos.
Es fundamental preguntar sobre las causas para comprender la nueva situación e ir aceptándola. Sin embargo, son muy frecuentes los sentimientos de negación, no asumir el diagnóstico y no querer hacerse cargo de su tratamiento.
También aparecen el miedo y el estigma social, lo que provoca que la persona sea incapaz de abstraerse del tema.
En esta primera fase es fundamental el apoyo profesional y de personas cercanas. El psicólogo/psiquiatra tendrá que detenerse en explicar en detalle la situación, las consecuencias, los motivos, los cambios de rutinas que deban hacerse, el tratamiento y sus efectos, etc. En definitiva, aportar toda la psicoeducación posible para que el paciente comprenda lo que le ocurre.
Una buena psicoeducación hace sentir que se pasa de la oscuridad hacia la luz.
La familia y el diagnóstico
La familia y el entorno más cercano de la persona con un problema de salud mental también sufren los efectos del diagnóstico. Ellos también necesitan tiempo para interiorizarlo.
Algunos trastornos mentales pueden conllevar importantes desajustes en el conjunto familiar y social. Se dan profundos cambios que hay que asumir como las nuevas dinámicas.
También aparecen complejos sentimientos de difícil manejo: culpabilidad (de uno mismo y de la persona con el problema), catastrofismo, desesperanza, miedo del otro y de uno mismo, negación del trastorno y, en ocasiones, la huida de las nuevas responsabilidades.
Ante esto, lo más importante es la información y contar con el apoyo socioeconómico, sanitario y profesional adecuado. No olvidemos que, en la mayoría de los casos (más del 80%), los familiares pasan a asumir el rol del cuidador, para el que carecen de formación y de los recursos necesarios.
Consecuencias de un diagnóstico
En este caso, más que las consecuencias del diagnóstico (ya hemos hablado de los sentimientos que provoca a nivel personal y familiar), sería más correcto referirnos a las consecuencias del propio trastorno.
Cada enfermedad concreta tiene sus consecuencias (problemas de autoestima, merma de relaciones sociales, dificultad para mantener un trabajo, etc). Por otra parte, cada persona, sus circunstancias familiares, económicas y la falta o no de red de apoyo interfieren en lo que ocurre tras el diagnóstico.
En cualquier caso, las personas que rodean al paciente (e idílicamente también a nivel social) deberían estar atentos a las siguientes consecuencias para frenarlas lo máximo posible:
- Pérdida de relaciones sociales
- Rechazo del diagnóstico
- Sentimientos de soledad (posibles desencadenantes o mantenedores de depresión)
- Ruptura de planes futuros
- Pérdida de empleo
- Vulneración de sus derechos humanos
Para controlar lo máximo posible estas circunstancias hay que tener en cuenta las necesidades del paciente y sus derechos básicos, para que no sean vulnerados.
Necesidades fundamentales del paciente
- Contar con información detallada y de calidad sobre el trastorno.
- Recibir información legal.
- Recibir atención socio-sanitaria. Generalmente se recibe atención sanitaria y se debe buscar atención social y educativa en servicios sociales o asociaciones específicas.
- Ser aceptado en su diversidad.
- Mantener autonomía para desarrollar tareas
- Sentir respeto a su capacidad de decisión.
- Contar con la protección de sus derechos.
Derechos del paciente en relación a los servicios de salud
- Derecho a la prevención de la enfermedad.
- Al acceso a los servicios sanitarios que se precisen sin discriminación alguna.
- Derecho a la información.
- Al consentimiento.
- A la libre elección.
- A la intimidad y confidencialidad.
- A ser respetado en los tiempos que necesite.
- Al cumplimiento de los estándares de calidad.
- Derecho a la seguridad.
- A la innovación.
- A evitar sufrimientos innecesarios y dolor.
- A un trato personalizado.
- A reclamar.
- Derecho a recibir compensación.
Los pacientes pasivos de ayer son los activos protagonistas de hoy.
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