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Para ser un adulto seguro e independiente debió haber sido un bebe dependiente, apegado, sostenido. En pocas palabras: amado.

El ser humano para sobrevivir tiene que cubrir ciertas necesidades. Estas pueden resumirse en: Necesidades fisiológicas (alimentación, higiene, sueño, etc…), de protección ante posibles peligros (reales o imaginarios), necesidad de explorar el entorno y necesidad de establecer vínculos afectivos.

Antiguamente se creía que para que un bebé se desarrollara sano era fundamental y casi exclusivo alimentarle y protegerle ante los peligros externos. Gracias a varios estudios realizados en orfanatos donde se observó a bebes que tenían sus necesidades fisiológicas cubiertas pero no las emocionales y comprobar que tenían un retraso madurativo y relacional, se empezó a dar gran importancia al aspecto emocional en el cuidado y atenciones del niño.

Los vínculos afectivos son una necesidad que forma parte del proyecto de desarrollo de un niño recién nacido. Un niño que no ha sido cuidado, atendido y amado lo suficiente tiene más posibilidades de tener una autoestima baja, graves problemas para relacionarse de adulto y síntomas emocionales como depresión, ansiedad, timidez, miedos y necesidad de aprobación.

Apego significa un vínculo afectivo o enlace entre un individuo y una figura de apego (por lo general un cuidador) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad.

¿Qué es exactamente la seguridad afectiva?


Es hacer sentir al niño aceptado y protegido incondicionalmente. Lo importante de la relación madre-hijo es la calidad de ésta. Para ello hemos de tener en cuenta dos variables:

  • Dotar al bebé de la seguridad por la cual, ante un peligro o necesidad a cubrir, el cuidador va a estar disponible como figura de refugio, sosiego y consuelo.
  • Fomentar en el niño conductas de exploración y curiosidad por el entorno.

En base a estos criterios básicos en la edad infantil, el futuro adulto desarrollará un patrón de relación con las personas.

Apego seguro


Estas personas son capaces de usar a los cuidadores como una base de seguridad cuando están angustiados.

Tienen cuidadores que son sensibles a sus necesidades, por lo que tienen confianza en que sus figuras de apego estarán disponibles, responderán y les ayudarán en la adversidad.

Sus relaciones interpersonales tienden a ser cálidas, estables y con relaciones íntimas satisfactorias.

Apego inseguro


Apego ansioso-ambivalente

Estas personas buscan la proximidad de la figura primaria y al mismo tiempo se resisten a ser tranquilizados por ella, mostrando agresión hacia la madre o cuidador principal.

Responden a la separación con angustia intensa y mezclan comportamiento de apego con expresiones de protesta, enfado y resistencia.

Debido a la inconsistencia de las habilidades emocionales de sus cuidadores, estos niños no tienen expectativas de confianza.

Estas personas se definen por un fuerte deseo de intimidad, junto a una inseguridad respecto a los otros, pues quieren tener relaciones cercanas y profundas pero tienen mucho miedo a perderlas o ser rechazados. Necesitan mucho a los otros, generan relaciones de dependencia y no pueden separarse de ellas.

Apego evitativo

En este caso, los cuidadores principales no atendieron las necesidades del niño y este aprendió a no pedir ni buscar consuelo en los otros.

Son personas que aparentemente no necesitan a nadie, no tienen relaciones profundas dónde cuenten con el otro y se den a conocer.

A diferencia del apego ansioso, estas personas son independiente totales y “aparentemente” no sufren cuando hay una separación (porque claramente no se vinculan).

Apego desorganizado

Es la forma de vinculación más dañina. Es una mezcla entre los dos tipos de apego inseguro nombrados anteriormente. En este caso, la madre muestra gran inconsistencia, estando a veces disponible y otras no. El cuidador principal no atiende a las necesidades de la manera que el niño espera; el niño presencia situaciones de abandono, negligencia y maltrato, pero en otras ocasiones de gran atención y cariño, por lo que le genera gran confusión y una inseguridad terrible.estres postraumatico

El adulto con apego desorganizado tendrá grandes dificultades para relacionarse. Oscilará entre aferrarse a las personas y depender en exceso de ellas, o a alejarse de manera incongruente. Estas personas tienen mucho miedo al abandono y un autoconcepto de sí mismos y del mundo muy negativo.

En el artículo donde definíamos el Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT) hablábamos de los traumas “t”. En él nos referíamos precisamente a las heridas emocionales que ocurren en la infancia con nuestras figuras primordiales. Para un niño, comentarios repetidos de “eres malo” “no dejas a mamá en paz”, estar en el parque jugando con otros pequeños y al caerse del tobogán y llorar que no aparezca nadie a consolar, tener miedo por la noche en la habitación porque el niño cree que hay fantasmas y que venga el padre y le diga “como sigas así van a venir los monstruos a comerte”, etc…son algunos ejemplos que fomentarán en el hijo una sensación de indefensión acentuada.

Aunque el apego es una relación que se aprende en la infancia, los patrones relacionales pueden trabajarse en terapia y reducir el sufrimiento que causan. Las relaciones personales, bien sean de amistad o pareja, son una fuente principal de bienestar pero también de dolor.

El éxito de nuestros hijos en un futuro no se medirá por lo que les hemos dado materialmente, sino por la intensidad y calidad de las relaciones afectivas que hemos sido capaces de construir con ellos desde la infancia.

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